por Jesús Lépez
El Fondo de Apoyo a Periodistas no debe ser
manejado como un simple instrumento de coacción o institucionalización de los
apoyos oficiales para favorecer a agrupaciones que se arrogan la representación
de un gremio que ha sido el más aguantador en la historia del estado.
Ya no hablemos de agresiones, asesinatos,
desapariciones. Simplemente, los precarios mecanismos para la protección de los
derechos laborales hacen de esta profesión una de las más expuestas a los
abusos no sólo de las empresas periodísticas degeneradas en meras agencias
publicitarias en muchos lamentables casos, sino a merced de una clase política
que aprovecha para coaccionar de diversas formas el trabajo de los
comunicadores.
En los medios de comunicación tenemos tres clases
de sindicato:
1.- El que es de Redactores de la Prensa pero no
ostenta ningún contrato colectivo como para ser considerado un sindicato y que
en ocasiones es dirigido por editores, es decir, por quienes en teoría serían
la parte patronal.
2.- Los que vienen desde el centro del país en los
llamados medios “de cadena nacional”, y que sólo sirven para quedarse con las
cuotas de los reporteros. El Sindicato Nacional de las Artes Gráficas es un
ejemplo.
3.- Los que de plano cada año devuelven las cuotas
junto con el aguinaldo.
Vale aclarar que en el segundo y tercer caso el
plural sale sobrando porque hablamos de un sindicato por ejemplo, ya que en la
inmensa mayoría de periódicos y revistas que circulan en el estado no cuentan
ni por disimulo con algún mecanismo de ese tipo.
A esa falta de representación hay que sumar que el
salario que pagan –las contadas empresas que lo hacen- es de sobrevivencia y
las prestaciones escasas. Las de Ley, dicen.
Dichas condiciones someten al periodista al
perverso juego del balconeo oficial: te cobijo y descobijo, o ni siquiera te
cobijo pero si te descobijo, como apenas vimos circular una lista de presuntos“apoyados”
con dinero, muchos de los cuales desconocieron el “beneficio”supuestamente dado
por el área oficial de Comunicación.
No sería raro que esos apoyos económicos nunca
hayan llegado a los destinatarios, sino a los bolsillos de algún funcionario.
De igual manera ha sucedido que organizaciones se arrogan la representación de
los periodistas y gestionan beneficios personales a nombre de éstos.
Es por esta desconfianza que en el X Foro del Fondo
de Apoyo a Periodistas, un grupo de reconocidos comunicadores de varias
regiones del estado, se pronunciaron por transparentarlo, estableciendo una
prueba de supervivencia para continuar en éste y evitar “que hasta los muertos
cobren”.
Pero la demanda no queda ahí, sino que exigen, “que
en un plazo no mayor de dos meses, que el Comité Técnico del FAP, cree su
propia página web en la que publique y trasparente la lista de integrantes,
presupuesto anual aprobado por ejercicio fiscal, gastos, apoyos otorgados por
los diferentes rubros, con las versiones digitales que soporten este ejercicio
presupuestal, además de la lista de solicitudes de ingreso; así como las de
apoyos aprobados y negados con su respectiva justificación; muy importante
también es que en este afán de trasparencia, sean incluidas las actas de todas
las sesiones que dicho Comité Técnico ha tenido durante los últimos cinco años,
iniciando con las actas del presente ejercicio fiscal”.
En todo lo anterior estoy muy de acuerdo y me sumo
a las firmas aunque nunca en mis 18 años de periodismo he pertenecido a fondo
alguno y en particular al FAP, porque creo que aparte del gobierno estatal y
los comunicadores, las empresas periodísticas también deben aportar, después de
todo, son sus propietarios los que se han enriquecido con nuestro trabajo
mientras muchos colegas han muerto en la más terrible de las pobreza, o ustedes
¿cómo la ven?.
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