Biografía Ignacio
Ramírez
El Nigromante
César Julián Bernal*
La obra es editada por
El Colegio de Guerrero y la Fundación Colosio; contiene dos presentaciones; la
primera a cargo del entonces Presidente de la Fundación Colosio César Camacho
denominada Ignacio Ramírez: paradigmático
liberal del siglo XIX; la segunda presentación a cargo del Dr David
Cienfuegos Salgado, intitulada Las voces
de la libertad: los liberales y su mundo decimonónico; el libro incluye en
su parte medular la biografía de Ignacio Ramírez El Nigromante escrita por
Ignacio Manuel Altamirano; dos artículos escritos por Ignacio Ramírez
denominados A los viejos y el otro A los indios y finalmente; se incluye el
discurso que pronunció Ignacio Manuel Altamirano en la muerte de Ignacio Ramírez.
Lo anterior sería groso
modo, la radiografía de la obra que aquí presentamos; ahora pasemos a realizar
una modesta auscultación del contenido Altamirano al justificar el porqué hacer
una biografía de Ignacio Ramírez señala “es
una empresa muy ardua. Si me atrevo a acometerla, no es porque me sienta con
fuerzas bastantes para salir airoso de ella, sino por afecto y por deber”.
Es decir Altamirano tenía dos motivos principales afecto y deber; por afecto,
porque fue su discípulo, a quien le admiro sus talentos extraordinarios y sus
virtudes públicas y privadas y quien decidió sus creencias políticas, ideas filosóficas
y aficiones literarias; Altamirano no considero a Ignacio Ramírez su amigo,
sino más bien un padre, un maestro.
El segundo motivo, el deber
-dejando fuera los afectos personales dirían algunos el elogio- el deber para
todo mexicano patriota, para los que profesan el culto de Libertad,
cultivadores de las letras y a cuyos trabajos deben tanto la República, la
Libertad y la Reforma y al profundo pensador quien las ciencias y las bellas
letras mexicanas deben.
Es cierto, como lo
refiere Altamirano que aventajados escritores en su momento trazaron líneas
sobre Ignacio Ramírez, pero también lo es, que era necesario conocer la vida
del hombre de un modo más extenso y detallado y Altamirano conocía todos los
detalles de su vida.
Para hacer la biografía,
Altamirano lo hace en forma cronológica de los sucesos; y señala que conoció a
Ignacio Ramírez en el Instituto Literario de Toluca en 1850, (en ese entonces
Altamirano estudiaba Latinidad, Altamirano contaba con 15 años de edad y acaba
de llegar del Sur, con trabajo comprendía la lengua española e incomunicado por
su timidez a decir de él -rustica y semisalvaje-, tenía poco conocimiento
acerca de los hombres y los sucesos de México).
En enero de ese año se
abrió las cátedras y se presentó un nuevo catedrático, que llamo la atención. Aquel
personaje era Ignacio Ramírez y lo describe como una de las fisonomías que
vistas una vez no se olvidad nunca.
Altamirano da en forma
pormenorizada el lugar y año de nacimiento de Ignacio Ramírez, datos personales
de sus padres, donde curso sus estudios, pero me quiero detener cuando antes de
concluir su carrera, Ramírez tuvo oportunidad de dar a conocer sus talentos, en
un círculo más amplio y que ejercía mayor en la opinión pública. Antiguos
alumnos del Colegio de San Juan de Letrán y aficionados a las Bellas Letras
habían fundado en 1836, unidos a varias personas ilustradas, una Academia. Allí
previamente aceptado como socio de número se presentó Ramírez un día y el
escritor Hilarión Frías y Soto lo describe así:
A pesar, dice de que reinaba un altivo exclusivismo en el
seno de aquella Academia, que no dejaba ingresar a ella a los neófitos de las
letras sino después de algunas pruebas, un día se vio penetrar en aquel recinto
a un joven de aspecto sombrío, de rostro prolongado, cuyo color obscuro tenía
los pómulos prominentes denunciaban la raza azteca, cuyo labio grueso se
plegaba por una sonrisa burlona y sarcástica, y cuyos ojos centelleaban por
unas pupilas brillantes de inteligencia y rodeadas con una esclerótica
inyectada de sangre y bilis. El traje del joven revelaba su pobreza, y sus
maneras el encogimiento típico del colegial.
Según el reglamento de la Academia, el candidato tenía
que presentar una tesis de introducción. Ramírez ocupó la tribuna, y al leer el
tema de su discurso, aquellas cabezas cubiertas de canas y de lauros se
levantaron con asombro, fijándose todas las miradas con avidez en el joven orador
que acababa de lanzar en aquel santuario de la ciencia un pensamiento que
fulminaba las creencias y los dioses de aquel areópago. La tesis de Ignacio
Ramírez versaba sobre este principio “No hay dios; los seres de la naturaleza
se sostiene por sí mismo” para que tengamos idea la magnitud de su
tesis, imagínense que alguien llega a una iglesia y dice lo anterior. Por tal
razón Ignacio Ramírez por donde quiera dice Altamirano iba a encontrar la
incredulidad o el odio. Pero el contaba con un inmenso talento, con su
elocuencia y sobre todo con su voluntad inquebrantable y comenzó a propagar sus
ideas por medio de la prensa. Fundó el periódico, Don Simplicio, en ese primer
número publicó un artículo editorial que contenía su credo político, el
programa de toda su vida intitulado A los viejos donde señala un extracto lo
siguiente “las verdaderas preocupaciones
están en nuestros sabios; pero ellos se avergüenzan de confesarlas, y mejor se
las achacan al pueblo” …… “viejos, ya la naturaleza os abandona, la
ilustración os desconoce, y la República os maldice; os condeno a ser
jubilados; jóvenes que os habéis envejecido por alternar en los puestos
públicos, con vuestros ilustres padrinos, seguid su suerte” .
O bien, el segundo
denominado “A los indios”, en el cual dice
“las elecciones para el Congreso del Estado se acercan, y vosotros, hijos de
razas generosas y desgraciadas, debéis trabajar por el triunfo de los liberales
puros …. En otra parte señala “Elegid
diputados que trabajen por vosotros. No todos nuestros deseos pueden cumplirse
inmediatamente; pero entre las cargas que os fatigan hay algunas de que os
aliviarán con empeño vuestros amigos los puros…. Vuestros enemigos os quitan
vuestras tierra, os compran a vil precio vuestras cosechas, os escasean el agua
aun para apagar vuestra sed, os obligan a cuidar como soldados sus fincas, os
pagan con vales, os maltratan, os confiesan mil errores, os confiesan y casan
por dinero, y os sujetan a obrar por leyes que no conocéis; Nunca deis vuestro
voto sino a un puro, Ved con suma desconfianza a los dueños de las haciendas, a
sus mayordomos, a los eclesiásticos, a todos los ricos, a todos los que les
beséis la mano, por que la mayor parte de éstos tienen interés en que
permanezcáis pobres e ignorantes… no desesperéis por nuestro actual
abatimiento, pues debéis saber que mas allá de los mares por donde veis salir
el sol, existen muchos, pueblos, que se encuentran tan miserables como vosotros
y que, no obstante, se esfuerzan por alcanzar la ventura”. Termino y pregunto cualquier semejanza con la
realidad es mera coincidencia.
Un dato importante en el
periódico Don Simplicio, Ramírez adopta desde entonces el seudónimo “El
Nigromante” con el que fue conocido hasta su muerte incluso hoy en día.
Don Simplicio dio una
lucha tenaz y valerosa, sin embargo terminó por la supresión del periódico
liberal y la persecución de sus redactores Don Vicente García Torres salió
desterrado, El Nigromante, Guillermo Prieto, Manuel Payno y los demás redactores
fueron encarcelados.
En suma, hay tanto que
hablar y reflexionar de la obra y poco tiempo para exponer por lo que término exhortándolos
a que la lean es ameno, sencilla y en un par de horas la culminarán y seguramente querrán como su servidor volverla
a releer con mayor calma y detenimiento, subrayándola y haciendo las
anotaciones correspondientes.
Finalizo con las
palabras de Altamirano cuando señala Ignacio
Ramírez es digno de alabanza y de admiración. Él en la prensa y en la tribuna
popular, casi solo, y combatiendo contra tantos elementos poderosos, no
triunfó, ni era posible que triunfara, pero fue un sembrador de ideas que
fructificaron más tarde, y si el pueblo y la historia admiran a los hombres de
las armas que en tiempos posteriores hicieron triunfar la causa gloriosa de la
regeneración de México, justo es que admiren también al propagandista enérgico
y valiente que fue el primero en alzar la bandera, que no se desalentó en el
silencio del desierto, que tuvo fe, y que acabó por comunicar esa fe al pueblo y
los vacilante de su partido. Si otros fueron los caudillos y los vencedores
después, nadie, podrá disputar a Ignacio Ramírez el Nigromante el envidiable
titulo de apóstol de la Reforma.
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