jueves, 27 de enero de 2011

Sobre la declinación del candidato del PAN


La declinación, el aval de Los Pinos
Jorge Salvador Aguilar Gómez
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Frente a la inminente posibilidad de un triunfo cerrado de Ángel Aguirre, con el peligro de que se alargue este proceso hasta después del 30 de enero, dejando la decisión a los tribunales, en un estado con una endeble estabilidad, frente al que está un gobierno impotente, Felipe Calderón decidió ser el fiador del ex priísta, para amarrarle las manos a los viejos caciques, que ya se preparaban para recurrir a la violencia pos electoral.
De esta manera, la decisión de la declinación de Marcos Parra no la tomó él, ni siquiera en las oficinas nacionales del PAN, sino en Los Pinos. Con la información privilegiada que maneja la presidencia de la república, y no las encuestas manipuladas que nos presentan los partidos, Calderón se da cuenta que la ventaja de la coalición Guerrero Nos Une sobre la coalición encabezada por el PRI es muy reducida, de cuatro o cinco puntos. Conocedor de la eficacia de la ingeniería electoral y de la guerra sucia, que le permitió quedarse fraudulentamente con la presidencia, sabe que una ventaja así es reversible por estos medios y, seguro de que una victoria por uno o dos puntos no sería aceptada por los caciques priístas, decidió la declinación de su candidato, por lo visto sin el consentimiento de éste, como el los viejos tiempos del presidencialismo.
Con esta declinación no sólo se trata de aportarle a la alianza encabezada por el PRD los cuarenta o cincuenta mil votos con que cuenta el partido del presidente, que son muy buenos en una contienda cerrada, sino de mandar un mensaje a los viejos caciques: el gobierno de la república no va a permitir la violencia pos electoral en un estado tan explosivo, con una larga historia de violencia social y política, a la que hoy se suma la del narcotráfico.
A cambio de aceptar los resultados que arrojen las urnas el 30 de enero, Calderón se presenta ante la oligarquía suriana como aval de Aguirre, diciéndole que no se preocupe, porque el eventual gobierno de éste no promoverá cambios que pongan en peligro sus intereses, pues a fin de cuentas son los mismos de él; cuando mucho incorporará a algunos cuantos miembros más a esta oligarquía.
Toda medida que evite la violencia es loable, sobre todo en un estado como el nuestro, que durante el último medio siglo ha pagado grandes cuotas de sangre. Pero ello no quiere decir que se dejen de considerar las repercusiones que esta declinación tendrá en el reacomodo de las fuerzas políticas guerrerenses y, particularmente, al interior de la coalición, Guerrero Nos Une (GNU). A pesar de la propaganda de los intelectuales orgánicos de esta coalición, lo que en este proceso electoral está en juego no son proyectos de gobierno, ni cambios estructurales para terminar con las grandes desigualdades; esta es una disputa cruda por el poder de dos grupos de la oligarquía, a la que debido a la falta de liderazgo, fueron arrastrados algunos partidos de izquierda.
Basta oír el discursos insustancial y chabacano del candidato de GNU, para saber que en él no tiene nada que ver la izquierda; así pues, quienes están elaborando la estrategia de la campaña y la propuesta real de gobierno, es el círculo cercano del candidato: Humberto Salgado, Sofío Ramírez, Juan Salgado Tenorio, León Robledo, Jesús Ramírez Guerrero; nadie con un poco de sentido común se atrevería a esperar que de ese círculo salga una propuesta de reforma del Estado o al menos algunos cambios de fondo, para terminar con la desigualdad de la sociedad guerrerense.
En el debate Ángel Aguirre dijo muy claro que la coalición que encabeza “se ha convertido en una coalición ciudadana…mucha gente se ha acercado conmigo, me ha dicho: vamos a votar porque nos gustan las propuestas que usted está presentándole al pueblo de Guerrero”. Zeferino se espero hasta después de la elección para deslindarse de los partidos que lo llevaran al poder, Aguirre lo está haciendo desde ahora; sobre aviso… que nadie se diga sorprendido. Esto lo dijo antes del anuncio de Parra; con Calderón y la derecha en la cancha, el ala conservadora de la alianza se fortalece más; después del ingreso del PAN cualquier ilusión que alguien se estuviera haciendo sobre que se está luchando por un proyecto de izquierda, o es ingenuidad o es querer engañar a la ciudadanía.
Pero esta jugada de Calderón es una carambola de tres bandas: un objetivo es evitar la violencia, otro ser el freno de mano de un eventual gobierno de Aguirre, ante cualquier tentación progresista, pero uno no despreciable es presionar a Andrés Manuel López Obrador para obligarlo a aceptar la alianza en el Estado de México, necesidad que quedará demostrada por el triunfo de la coalición GNU. Además de que esta alianza le redituará al PAN media docena de cargos en el primero y segundo nivel del gabinete, que serán descontados de los que le corresponderían a la coalición original; esperemos que esto no enfríe el entusiasmo de los dirigentes de ésta.
Pero no se trata de lamentarse, sino de hacer política. Ni siquiera el aval de Los Pinos cancela definitivamente las amenazas de violencia. La única que puede evitarla es la sociedad con su salida masiva a votar, pues la ingeniería electoral funciona mejor en un ambiente de abstencionismo que en uno de amplia participación ciudadana. Derrotados los caciques viejos, hay que detener a los aspirantes a sustituirlos, lo que sólo puede hacer el movimiento social y lo que queda de la izquierda histórica.
Es verdad que un partido como el PRD, con un auténtico origen de izquierda, nació con fuertes vínculos con el movimiento social, tan fuertes que a pesar del abandono de sus principios, después de dos décadas, aún mantiene control sobre algunas organizaciones. Sin embargo, hay una buena parte en el magisterio, en el movimiento ecologista, en el indígena, el campesino y organizaciones como el CECOP, que tienen posibilidad de actuar con un buen grado de autonomía y ser los impulsores de un gran movimiento que evite una nueva traición y el surgimiento de un nuevo cacicazgo.
Este movimiento necesitara una dirección lúcida, decidida y dispuesta a renunciar a cualquier cooptación. A pesar de las defecciones ideológicas, del pragmatismo y el oportunismo de una buena parte de los viejos liderazgos de izquierda, la sociedad suriana aún tiene reservas morales para retomar la lucha por una sociedad igualitaria; si los viejos ya se cansaron, hay muchos jóvenes que pueden tomar el relevo y evitar que se pierda la rica herencia que se construyó en el último medio siglo.
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